miércoles, 30 de septiembre de 2009

El sueño

Como todas las mañanas a las ocho sonó el despertador. Como siempre tardé una hora en pararlo, en éste tiempo pensé en la pesadilla que había tenido. Entonces me puse a recordar lo que había soñado:
Era una sociedad extremadamente regular, ya que todos los ciudadanos cumplían estrictamente los horarios de las tareas; respetaban totalmente cualquier tipo de señal de tránsito, jamás pasaban un semáforo en rojo por más necesario que fuera.
Todos se acostaban a las nueve, nadie ni un minuto antes ni un minuto después; y se levantaban a las ocho hs.
Eran hiperordenados, hasta tenían ordenada su ropa por color y por material; en el trabajo sucedía lo mismo con los autos, ordenados por escala de color y tamaño!"
Mientras recordaba mi sueño me dí cuenta que llegaría tarde al trabajo, porque noté que había apagado el despertador.
Rápidamente me levanté de la cama. Abrí el cajón, saqué un par de medias, tardé media hora, una hora más me llevó ir al placard, sacar el trabaje y vestirme.
Tardé media hora en buscar mis mocasines de cuero negro fabricados en Italia; otra media hora me llevó calzarme.
Una vez que estaba listo para partir me dirigí al baño para arreglar los últimos detalles. Tardé dos horas en peinarme y cepillar mis dientes.
Miré el reloj y vi que era demasiado tarde. Salì apresuradamente y me subí a mi auto para lo cual tardé media hora más.
Cuando llegué al trabajo estacioné mi auto en el primer lugar que encontré, cuando bajé me di cuenta que mi sueño se había hecho realidad. Los autos estaban ordenados por color y tamaño.
Estacioné mi auto por orden, tardé una hora en llegar a la oficina, y comencé a trabajar en mi estudio jurídico. Como a la media hora llegó un cliente, estuve toda la mañana. Por suerte a las doce del medio día se fue. Yo me fui a comer a mi casa. Llegué a las dos de la tarde, me lavé las manos y comí a las cinco, se me pasó la merienda. Esperé la cena, comí temprano, miré Valientes, fui a tomar algo a la cocina y me acosté a las dos de la mañana. Al otro día temprano salí abrigado y de botas a hacer los mandados, pero cuando llegué había cerrado, corrí a otro pero no llegué, entonces me quedé esperando que abriera.

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