martes, 27 de julio de 2010

Un sistema infalible

Estaba en mi oficina cuando llegó mi compañero, Javier Robin, con otro caso.
-Juan, acá tengo un caso importantísimo, es el robo de la caja fuerte personal del Presidente - me dijo.
Yo le contesté que había estado pensando en ese tema desde que lo habían anunciado en las noticias. Lo que no me imaginé es que contratarían a detectives privados para resolver el delito. De más está decir que nos dedicamos de inmediato al caso.
Cuando llegamos, había un montón de reporteros en la entrada del Banco y el Primer Mandatario se encontraba hablando con los policías dentro de la bóveda.
-Señores, soy el detective Vucetich y él es mi compañero, Javier Robin. Vinimos a resolver el caso -les dije con toda seguridad, mientras nos presentábamos.
Luego nos dirigimos a la escena del crimen, mientras Javier sacaba fotos desde todos los ángulos posibles, yo miraba atentamente sin perder detalle.
Al caer la noche Javier llegó a mi oficina, con café y rosquitas. Comenzamos a analizar el caso, estudiamos las evidencias y planeamos nuestros próximos pasos.
Al día siguiente fuimos a hablar con el jefe de vigilancia; el hombre no era muy alto pero sí bastante corpulento y tenía una venda en la cabeza.
-Buenos días, señor Maquens, soy el detective Vucetich y él es mi compañero, Javier Robin. Le haremos un par de preguntas –le dije.
-Los ayudaré en lo que pueda-dijo con voz grave.
-¿Escuchó algún ruido la noche del robo? ¿Algo sospechoso?-pregunté con seriedad.
-No escuché nada, ni vi a nadie; solo recuerdo que alguien me golpeó fuerte en la cabeza y desperté cuando todo pasó-me contestó.
-Bueno, gracias señor –dije mientras nos retirábamos.
Esa noche estaba en mi oficina cuando de repente escuché un gran ruido en el Banco cercano. Baje rápidamente las escaleras y crucé sigilosamente la calle.
Cuando llegué a la escena del crimen encontré al guardia de seguridad tirado en el suelo con un gran golpe en la cabeza. Llamé rápidamente a una ambulancia y luego a la policía.
Después del último robo vinieron muchos más, siempre el mismo método, atacaban al guardia y luego se llevaban todo el dinero del botín.
En las horas de la madrugada, en la oficina silenciosa, miré nuevamente las fotografías pude notar que había unas marcas en el bate con el que habían atacado al guardia, unas marcas pequeñas con la forma de unos dedos.
Así, las preguntas comenzaron; ¿Qué eran esas marcas? ¿De dónde provenían? ¿Cómo podía utilizarlas para llegar al culpable?
Al cabo de unos días me di cuenta que esas marcas no eran mas que huellas humanas; fue así como se me ocurrió el sistema dactiloscópico. Este sistema se basa en la comparación de dactilogramas, o impresiones digitales, que son infalsificables e inmutables, y además son únicas para cada individuo.

Ya estaba listo para el próximo robo.
El único Banco que quedaba era el que estaba frente a la plaza principal “El Guardián”.
La noche era húmeda y fría, por eso no había nadie en los alrededores.
Tenía a un sospechoso, Bob, el guardia de policía. Pero cuando analicé sus huellas digitales tuve que descartarlo. En ese momento, haciendo unas pruebas, arrojó una coincidencia, me di cuenta de que las huellas que había encontrado no pertenecían al guardia, sino a Javier, mi compañero.
No tuve tiempo de tomar ninguna decisión porque en ese momento se escuchó la alarma del Banco. El delincuente no fue muy astuto ya que desconocía la seguridad del lugar y la activó. Entré rápidamente y vi al guardia en el suelo, inconsciente, y al ladrón encapuchado corriendo con el botín.
-¡Javier!-grité.
Él me miró, delatándose, y siguió corriendo, fue así como comencé la persecución .De repente él se resbaló con un charco que había en el camino, aproveché y lo atrapé. Luego llegó la patrulla de apoyo y lo detuvieron. En mi declaración les expliqué cómo lo había descubierto.
El jefe me felicitó y me ofreció unirme a la policía. Acepté, después de todo, eso es lo que siempre quise.
Autor: Nicolás Dellabianca

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