domingo, 11 de julio de 2010

Ganador del segundo premio:


LAS AVENTURAS DE LOS TRILLIZOS CROSS

Una noche en Londres tres hermanos caminaban por las calles oscuras .Ellos se llamaban Grily, Lily y Pilín, formaban un grupo llamado “detectives a toda hora”.
De repente escucharon un ruido. Corrieron hacia el lugar de dónde provino el sonido, y cuando llegaron encontraron un semáforo roto. Se detuvieron y escucharon pisadas fuertes y rechinantes que se alejaban rápidamente de la escena del vandalismo.
-¡Escuchen, escuchen!… ¡Oyen eso!-dijo Pilín.
-Investiguemos qué es ese sonido -dijo Grily.
Lily comenzó a investigar quién había roto el semáforo para ciegos y porqué.
Los trillizos comenzaron los procesos: 1ª buscaron huellas digitales, 2ª de cabello, 3ª hicieron preguntas a los vecinos del barrio.
Al día siguiente fueron al Museo de Historia, y le preguntaron al guardia de la noche anterior, si había visto a alguien sospechoso.
-Sí, vi a un señor de traje negro, en el callejón con algo en la mano-dijo el guardia.
Los chicos fueron a la escena del crimen .La analizaron nuevamente y encontraron en el suelo resto de polvo de ladrillo. Luego lo recogieron y lo llevaron al laboratorio.
Los hermanos continuaron con la investigación, fueron a su casa y se pusieron a averiguar quién había construido el semáforo para ciegos.
Descubrieron que su nombre era Mario Dávila.
Fueron a verlo y él mismo los recibió. Les explicó su funcionamiento : cuando el semáforo de vehículos está en verde, el semáforo peatonal emite una señal sonora entrecortada. Cando se pone en rojo, el sonido es más fuerte y la señal es continua.
El semáforo también sirve para sordos, el equipo tiene una flecha que vibra al compás de las señales. Con solo poner la mano ahí, los sordos sabrán si pueden cruzar la calle. Es muy fácil de entender.
Así fue como los hermanos siguieron analizando lo ocurrido. Después de revisar las evidencias, Pilín se dio cuenta de que el culpable del vandalismo era el hermano de Mario Dávila, Robert. Fueron a buscarlo a su casa que quedaba en el barrio Tuercas, en el número 481.
Se disfrazaron y tocaron el timbre, nadie los atendía, intentaron abrir la puerta pero no pudieron.
-Miren, la ventana está abierta, entremos -dijo Lily.
Cuando vieron el interior de la casa, se sorprendieron porque era antigua, tenía muchos objetos traídos de otros países.
De pronto, oyeron los mismos zapatos rechinar, se ocultaron en una parte de la casa, y vieron entrar a un hombre de traje negro con un ladrillo.
Sospecharon que él era el que había roto el semáforo.
El sujeto se dio cuenta de que había entrado alguien en la casa, porque la puerta estaba falseada, y en la ventana había pisadas.
Los chicos salieron de sus escondites y empezaron a interrogarlo.
-¡Vos, Robert Dávila! ¿Rompiste un semáforo para ciegos?-dijo Lily.
-¿Cómo saben mi nombre? ¿Por qué están en mi casa?-Robert.
-Sabemos tu nombre porque investigamos las pistas encontradas y nos trajeron hasta vos-dijo Grily.
-Sí, me han descubierto, fui yo-dijo Robert.
Los hermanos se sentaron a conversar con él.
-¿Por qué odias a tu hermano?-dijo Lily.
-El invento de él es increíble, y se usa mucho.-dijo Robert.
- ¿Vos intentaste conversar con él?-exclamó Grily.
- No, nunca he tenido la oportunidad de hacerlo- dijo Robert.
-Ahora… vas a tener tu oportunidad - dijo Pilín.
Después de unos minutos llegaron a la casa de Mario y tocaron el timbre. El dueño de casa abrió y se sorprendió mucho cuando vio a su hermano con los jóvenes detectives.
-Nosotros los dejamos que hablen a solas-dijeron los hermanos. Y se fueron discretamente.
Ellos conversaron por un largo rato y llegaron a un acuerdo.
El Intendente le había encargado hacer otro semáforo para ciegos.
Robert, arrepentido, se ofreció para ayudar a su hermano a reparar el daño que había causado.
En un par de meses lograron hacer un nuevo semáforo que fue colocado en un cruce céntrico de la ciudad.
De esta manera Robert pagó su crimen y aprendió una valiosa lección.
El problema entre los hermanos Dávila se solucionó. Ellos mejoraron su relación y pudieron volver a tratarse como una familia.
A otros intendentes de las ciudades vecinas les gustó la obra y les pidieron hacer muchos semáforos más.
El caso fue resuelto y Robert y Mario les agradecieron a Lily, a Grily y a Pilín, por haberlos reconciliados.
Autoras: Catalina Boveri y Agustina Dellabianca.

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